Ana Arenas
Luego de la Independencia, se convocó a un Constituyente para aprobar la Constitución de Apatzingán, tras la Revolución de Ayutla un 5 de febrero de 1857 se proclamó la Constitución de Reforma y al triunfar la Revolución Mexicana contra las dictaduras de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta se decretó la Constitución de 1917.
Cada una de las tres transformaciones, al lograr derrotar al poder opresor: el Imperio Español, luego la dictadura de Santa Anna que vendió medio México y después de organizar la Revolución que terminó con el Porfiriato, cuando se acaba con un viejo régimen se plantea la necesidad de aprobar una nueva Constitución que es la ley suprema en un país.
En su momento las Constituciones de 1857 y 1917 fueron de las más avanzadas del mundo. México fue pionero en consagrar el Estado Laico así como garantizar derechos individuales y en 1917 derechos sociales y nacionales. Como la propiedad de la Nación sobre el subsuelo, los derechos de asociación, huelga, los derechos agrarios y otros muchos. Hoy por hoy ante las nuevas situaciones y necesidades del país, debemos tener una nueva Constitución que signifique un aporte no solo nacional sino internacional, en un mundo con problemas y contradicciones que se agravan.
Ahora que se derrotó al PRIAN, comenzar la lucha a fondo contra el neoliberalismo y el neocolonialismo. Por la Cuarta Transformación, hace falta aprobar una nueva Constitución para México acorde con los problemas y soluciones actuales de igual modo con las necesidades de nuestro país y de nuestro pueblo. Hay que tomar en cuenta que la Constitución ha sufrido más de 500 enmiendas, por lo que está llena de contradicciones y es necesario una nueva Ley Suprema que garantice los derechos y no nada más los enuncie.
En el siglo XX se reconocieron los derechos únicamente de manera formal, pero no se organizó a la sociedad ni se estructuró la economía para hacer realidad esos derechos. Existe el derecho a la educación, salud, vivienda, empleo, entre muchos otros, pero solo en el papel. Es necesaria una nueva Ley Suprema que implemente las medidas que van a garantizar los derechos, para que no queden solo en buenos deseos.
Es de hacer notar que las Constituciones emitidas en los siglos XIX y XX han copiado las de Estados Unidos y Europa y no han tomado en cuenta la idiosincrasia, tradición, costumbres y necesidades de México y de su pueblo. Por eso la Constitución del Siglo XXI tiene que basarse en nuestra cultura e identidad. Al mismo tiempo este nuevo siglo del nuevo milenio encara problemas que se tienen que abordar de manera distinta a la de los siglos pasados.
Para lograr la Cuarta Transformación de la vida del país, tenemos que organizarnos y culminar la tarea de analizar, estudiar, discutir y aprobar la Constitución que regirá la vida de las futuras generaciones, de cara al futuro. Un aspecto importante es que el Congreso Constituyente se integre de manera democrática con representación desde la base y no una reunión de viejos partidos cupulares de espalda al pueblo.
Este 5 de febrero, comencemos a proponer tanto las formas para convocar un nuevo constituyente, como los contenidos que se van a poner a discusión y aprobación en todo el país, a partir de los colectivos de estudio, trabajo, vivienda y de actividades. Llegó el fin del viejo régimen y en medio de la lucha abramos paso a la construcción de un nuevo modelo nacional, económico, político y social que garantice la independencia, la democracia, la justicia y la paz. ¡Démonos a la tarea de abrir paso a lo nuevo!
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