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A la basura el escudo colonial de la Ciudad de México

Foto del escritor: MextekiMexteki


Pablo Moctezuma Barragán


El glifo de Mexico-Tenochtitlan fue desechado y olvidado tras la violenta invasión española. La imagen de un nopal sobre una piedra era el símbolo de Tenochtitlan, cuya traducción es “tetl” (piedra), “nochtli” (nopal o tuna), “tlan” (abundancia), significa: “pedregal en donde abundan las tunas”, se usó durante 200 años como símbolo de identidad del altépetl ubicado en la Cuenca de México.


Luego de que la ciudad fue destruida por completo, sin dejar piedra sobre piedra, de la manera más violenta y con el fin de simbolizar su victoria el 4 de julio de 1523, año y medio antes de asesinar al tlahtoani Cuauhtémoc, el rey español Carlos I, impuso un escudo representando a la ciudad de México.


Así, el “escudo de armas” de una Ciudad amurallada, acaparó todos los espacios céntricos para los españoles, en los que se mantuvo la segregación o apartheid, porque no dejaban entrar a la población originaria al centro, y si entraban era solo para desempeñar trabajos serviles. Al centro le llamaron República española y a los pueblos originarios Repúblicas de Indios.


Tal escudo, que supuestamente representa a la Ciudad de México, es ajeno a nosotros. Es una burla puesto que consta de un castillo con tres puentes al estilo arquitectónico europeo, dos leones (cuando aquí no había, aquí habitaban los ocelotl o jaguares). Por encima de todo, la imagen de una enorme corona europea, la corona de la monarquía de Habsburgo, que se había impuesto a sangre y fuego sobre un sistema de gobierno totalmente diferente, pues la organización social se basaba en los calpullis, formando un consejo o tlahtocan, que designaba a los dirigentes por méritos, no por herencia. Muchos de los gobernantes de nuestro pueblo fueron asesinados tanto los tlahtoanis de Tenochtitlan: Moctezuma Xocoyotzin y luego Cuauhtémoc, como los representantes de la Triple Alianza: Totoquihuatzin de Tacuba y Cacama de Texcoco. También ahorcaron, en 1525 no solo a Cuauhtémoc, sino a Tetlepanquetzal de Tacuba y Coanacoch de Texcoco que habían sustituido a los gobernantes ultimados en 1520. Sabiendo bien que predominaba esa Triple Alianza, los invasores se cuidaron de aniquilar a todos. Moctezuma, Totoquihuatzin y Cacama estaban acompañados de los tlahtoanis de una treintena de pueblos adheridos a la Alianza, a todos los apresaron por sorpresa y a traición dentro de la Casa de Axayácatl. La noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, todos fueron asesinados junto a sus familias.


Cuando el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc, por órdenes del Consejo Supremo o Tlahtocan rindió la ciudad buscando acabar la guerra y restablecer la paz, Hernán Cortés y sus huestes continuaron la matanza, violaciones, robo y el herraje de personas capturadas para someterlas a la esclavitud. Cuauhtémoc fue hecho prisionero y torturado, le quemaron con aceite hirviendo pies y manos.


Meses después, cuando Hernán Cortés ya había dominado la situación, el rey Carlos “concedió” a la Ciudad de México un escudo de armas. A pesar de que el monarca vivía a 9 000 kilómetros de distancia, se había apoderado de toda la tierra y hasta del subsuelo, además de someter y esclavizar a la población, él jamás conoció estas tierras e ignoraba completamente sus características. Para él, lo único que existía era lo europeo y había que imponerse sobre los demás pueblos con el pretexto de “civilizarlos”, cuando ellos eran unos verdaderos salvajes.


En heráldica, un escudo de armas es una imagen que representa a una ciudad, en otros casos a personas o familias, para trasmitir información sobre su historia, origen y valores a través de imágenes. Los escudos de armas surgieron en Europa en la Edad Media, como forma de identificación en el campo de batalla. Es el escudo de un grupo de guerreros para reconocerse entre sí, en el ataque. En el caso del escudo de armas de la ciudad de México es el de los invasores, para imponer su identidad europea luego de invadir nuestros territorios ancestrales.


En el Anáhuac, para identificar los lugares, se diseñaron glifos, en los plasmaban las características de cada lugar, ya sea la orografía, la fauna, la flora, o las actividades. Eran imágenes que sintetizaban magistralmente las características propias de un lugar.


Mientras que en el escudo que “concedió” el rey Carlos se imponen símbolos europeos mostrando su dominación. Las y los mexicanos que habitamos en esta ciudad no solo no nos sentidos representados con ese escudo, sino que nos causa agravio.


En señal de la victoria que obtuvieron los invasores europeos, con el pretexto de hacer valer un cristianismo que fue opuesto a todo lo que predicó Cristo, se colocan leones. El rey señala que los leones colocan sus uñas en el castillo, de manera que tengan los pies en el puente y los brazos en el castillo, para mostrar su dominio.


El escudo de armas incluye un lago azul, que supuestamente representaba el lago de Texcoco en el que se ubicaba México Tenochtitlan. Mismo lago que los invasores destruyeron, pues odiaban los cuerpos de agua y la ciudad lacustre fue desecada por completo. Los invasores hicieron la tontería de construir una ciudad sobre el lago que desapareció. Además, talaron los bosques aledaños, provocando con ello continuas y desastrosas inundaciones.


En noviembre de 1607, el virrey Luis de Velazco, comenzó la destrucción de los lagos al comenzar el tajo de Nochistongo para desecar la Cuenca de México, mandando el agua al río Tula. La desecación de los lagos por parte del Imperio español causó grandes estragos. Qué burla que en el escudo de armas de la Ciudad de México se incluya el azul de un lago de Texcoco que fue aniquilado por el colonialismo español.


Por otra parte, el escudo colonial incluye el único elemento existente en la Cuenca de México: el nopal, lo integran afuera y alrededor, como seña de sometimiento. Colocan al centro los símbolos europeos y afuera diez pencas de nopal.


Es inquietante que después de 500 años, ese escudo insultante continúe siendo el emblema oficial de la Ciudad de México. Originalmente llevaba una corona que fue desaparecida después de la Independencia, pero la mayoría de los demás elementos esenciales, permanecieron inalterados, aunque cabe decir que, en los últimos años, al simplificar la imagen, hasta los nopales han desaparecido.


Es importante rescatar la toponimia original, ya que los europeos impusieron nuevos nombres, a su antojo, a tierras que ya tenían los propios, durante siglos. A los lugares que ocupaban le cambiaron los nombres originales, sustituyéndolos por Nueva España, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, el borrar la identidad y la memoria histórica era una premisa necesaria para consolidar su dominación colonial. A las personas les negaron su nombre propio para ponerles de apellido el nombre de su encomendero, así, quienes estaban sometidos a Sancho, se apellidaban Sánchez; a Pedro, Pérez; a Hernán, Hernández. Además, a cada calpulli le pusieron un nombre cristiano, aunque en muchos casos no lograron erradicar el nombre original de modo que ahora se conocen con el nombre cristiano y el náhuatl como es el caso de San Juan Tlihuacan en Azcapotalco, Magdalena Mixhuca en Venustiano Carranza, San Gregorio Atlapulco en Xochimilco, San Antonio Tecomitl en Milpa Alta. Aunque en algunos casos como San Ángel Tenamitla en la Ciudad de México desapareció su nombre en náhuat y solo se conoce como San Angel, Y en muchos otros prevaleció el nombre nahuatl, como Tenayuca, Tepeyac, Tizapan, Azcapotzalco, Iztapalapa, etc. En todos los casos se intentó sustituir la identidad del lugar por una de carácter español.


La imposición del escudo de armas fue un acto dirigido a borrar la identidad original de la Ciudad de México. Por ello es muy necesario, a 500 años de la invasión, desechar ese símbolo del colonialismo impuesto por un monarca extranjero y cambiarlo por un emblema que refleje la identidad local y recupere nuestra memoria histórica. Esto debió hacerse tras la independencia de México, pero lo único que hicieron fue quitarle la corona, dejando los demás elementos. A pesar de tres transformaciones: la Independencia, la Reforma y la Revolución mexicana, culminada en el cardenismo, el escudo colonial no se ha transformado. Ya es hora.


Esto muestra claramente cómo en tiempos actuales en que sufrimos el neocolonialismo, se mantiene la mentalidad colonial, que todo lo justifica con el argumento de que “es la historia” y hay que mantenerla. La historia hay que conocerla, reivindicar lo que nos construye y rechazar lo que nos denigra.


Desde hace cuatro años, tanto el presidente López Obrador como la presidenta Claudia Sheinbaum han exigido al rey de España que pida perdón por las atrocidades de la invasión, que ellos llaman “conquista”, pero la monarquía borbónica se ha negado groseramente, siquiera a contestar esta demanda, ignorándonos desde su “altura”, como si siguiésemos siendo su colonia. No han respondido y es asunto de ellos. Pero en nosotros está deshacernos de ese símbolo oprobioso que se mantiene como escudo de armas de la capital de la República.


Las cosas están cambiando, necesitamos un símbolo que nos represente en la actualidad y no uno que impuso el rey Carlos, quien se apoderó por medio de la violencia y el engaño de todo lo nuestro e intentó destruir nuestra identidad para someternos.


Es momento de defender nuestra identidad y memoria histórica, es hora de transformaciones, llegó el momento de crear un nuevo emblema de la Ciudad de México que realmente nos represente.

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