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Adela Velarde “La Adelita”: 

Pablo Moctezuma Barragán 


El 8 de septiembre de 1900 nació Adela Velarde Pérez, nació en Ciudad Juárez, hija de una familia de comerciantes acomodados. Estudió la educación básica hasta la secundaria. Y luego se dedicó a la enfermería. Era rebelde y contra la opinión de su padre y de solo 13 años, se integró a la Asociación Mexicana de la Cruz Roja AC. Era muy eficiente y trabajadora, además de ser muy bella, por lo que animaba y apoyaba mucho a enfermos y heridos. 


Adela Velarde Pérez

Ella es quien ha sido identificada como la persona que inspiró el corrido popular «Adelita». Fue nieta de Rafael Velarde, amigo de Benito Juárez, quien dio alojamiento al Benemérito de las Américas en su exilio en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez). De modo que en su familia tenía una influencia patriótica y de amor a la sociedad y a México. 

A los 14 años se enlistó en las filas del ejército para convertirse en una destacada figura, a tal punto que las combatientes revolucionarias, conocidas hasta entonces como las Soldaderas, acordaron cambiarse el nombre y apodarse en adelante las Adelitas.

La enfermera guerrera apoyó las tropas revolucionarias desplazándose por los distintos territorios donde hiciera falta su ayuda generosa. Fue así como estuvo asistiendo a los soldados en Chihuahua, Aguascalientes, Zacatecas, Torreón, Morelos y Ciudad de México.  

En 1914 empieza un idilio de amor con el sargento Antonio del Río Armenta, con quien celebrará el triunfo de algunas batallas, pero que un año más tarde morirá entre los miles que perdieron la vida en el más fuerte enfrentamiento que tuvo el período de la Revolución. 

Antonio del Río Armenta, quien le compuso a ella, el famoso corrido. Adelita atendía como enfermera a los heridos villistas de la División del Norte, como parte de la Brigada de la Cruz que formó la señora Leonor Villegas de Manón. Era muy alegre, generosa e inquieta y pronto se convirtió en la consentida de la tropa. 

Asistía a los soldados heridos, daba de comer a los vivos y enterraba a los muertos. Salía a luchar al frente de batalla si era necesario, y luego regresaba a las tiendas de campaña para seguir ayudando en la tarea de curar enfermos. 

Al concluir la lucha armada, Adela Velarde Pérez, perfectamente identificada, recibió años después un homenaje como veterana de guerra. 

Después de acabadas las contiendas revolucionarias, la olvidada heroína se mudaría a Ciudad de México, donde oficiaría como mecanógrafa en la Administración de Correos.

Cumplidos sus sesenta años, y en unas condiciones un poco penosas para quien fuera una leyenda viva de la lucha revolucionaria, el Congreso de la Unión propuso concederle una meritoria pensión vitalicia por su lucha y su entrega en la gesta revolucionaria.

En un testimonio de la época, refiriéndose a las Adelitas, algún historiador apuntó: “Sin ellas los soldados no hubieran comido, ni dormido, ni peleado.” Hacían lo mismo de enfermeras que de soldados, estaban con los heridos y combatientes al mismo tiempo, así eran Las Adelitas, y así fue su mayor representante. Sin embargo, la Adelita original tendría que esperar décadas para que le dieran algún reconocimiento, consagrándola como una eminente veterana de la Revolución Mexicana, y fue así como en 1962 la Secretaría de Defensa le otorgó la Condecoración al Mérito Revolucionario, siendo nombrada miembro de la Legión de Honor de México.

En 1965 se reencuentra con un viejo revolucionario y quien fuera el jefe de su antiguo marido, el coronel Alfredo Villegas, y en las postrimerías de la vida deciden acompañarse hasta que seis años más tarde moriría la inolvidable Adelita. Sus restos descansan en Estados Unidos en tierra otrora mexicana, en Ciudad del Río Texas.

Ella murió el 4 de septiembre de 1971. Sin embargo, su nombre y sus hazañas no han sido plenamente reconocidas, por eso es necesario evaluar sus logros y dar a conocer su historia. Ella forma parte de la cultura mexicana. Recordemos algún verso de su popular canción: “Si Adelita se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar, si por mar en un buque de guerra, si por tierra en un tren militar. Si Adelita quisiera ser mi esposa, y si Adelita ya fuera mi mujer, le compraría un vestido de seda para llevarla a bailar al cuartel”(…) … “Y si acaso yo muero en la guerra, y mi cadáver lo van a sepultar, Adelita, por Dios te lo ruego, que por mí no vayas a llorar.” 

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