Anna Agustina de Jesús Ramírez Heredia nació un 1 de septiembre de 1813, en Villa de Mocorito, Estado de Sinaloa. Hija de una familia seri, pueblo originario en esa región. Sus padres fueron José Margarito Ramírez y María Romana Heredia. Su papá había luchado en la Revolución de Independencia y para ella siempre fue un ejemplo a seguir. Agustina fue una mujer que surgió de las entrañas del pueblo, era alta y de facciones nativas, tenía mucho amor a su tierra y a su gente, fue educada en las tradiciones comunitarias que la llevaron a buscar el bien social y nacional. Se convirtió en una “adelita infatigable”.
Escogió para casarse a Severiano Rodríguez, un luchador, soldado de la Revolución liberal que peleaba a favor de la Reforma y de Benito Juárez contra los sediciosos conservadores. La pareja se fue a vivir a Mazatlán donde creció su familia, tuvieron 13 hijos varones. Desgraciadamente el 3 de abril de 1859, Severiano pierde la vida en Mazatlán durante la batalla porteña para desalojar a los conservadores.
Mazatlán tenía un importante valor estratégico, político y comercial. El puerto era, el principal atracadero del Pacífico Mexicano, por lo que se volvía imprescindible y necesario que los patriotas tuvieran su control absoluto, ya que solo así afianzarían su presencia en el Noroeste de México. En esa gesta murió este héroe Severiano. El dolor no quebró a Agustina, ella era una mujer fuerte, llena de energía y amor, transformo su pena en coraje contra los enemigos de México.
Así quedo viuda y con 13 hijos, a quienes instó tras la invasión francesa a que lucharan por su Patria y los llevó a alistar a todos ellos al ejército republicano que enfrentó al Imperio y así sus vástagos con audacia se integraron a la lucha contra los ejércitos extranjeros que ocuparon casi todo el territorio nacional a partir de 1862.
En esos años todo Sinaloa se conmocionaba. En los primeros meses del año de 1864, se corre el insistente rumor de una eminente incursión al Puerto de Mazatlán por las fuerzas navales francesas. El 26 de marzo aparece la fragata “La Cordeliére” el orgullo de la Escuadra naval de la Francia Imperial y comenzó a bombardear las fortificaciones del puerto. Desde la fortificación de artillería del Fuerte 31 de Marzo se cañonea a los invasores y se les obliga a replegar con graves daños para ellos.
Después de dos días trataron de desembarcar, pero el fuego de las baterías costeras los hizo huir nuevamente. El 31 de marzo los franceses tercos enviaron tres botes llenos de marinos, armados de artillería ligera para desembarcar en las “Playas del Sábalo” y ahí fueron sorprendidos por los batallones mexicanos, Mazatlán, Hidalgo y Guerrero y los atacantes europeos tuvieron que darse por vencidos.
En esas batallas participaban los hijos de Agustina, quien en todo momento les daba valor. El 2 de marzo de 1864 la Fragata La Cordeliére abandonó la Bahía de Mazatlán. Fue un gran triunfo, pero la invasión francesa continuaría con fuerza, se había ganado una batalla, pero no la guerra.
Durante los años 1865, 1866 y 1867 en diferentes combates murieron sus hijos: Librado, Francisco, José María, Manuel, Victoria, Antonio, Apolonia, Juan José, Juan Bautista, Jesús y su otro hijo Francisco. Cuando en una ocasión llegó a Agustina la noticia de la deserción de alguno de sus hijos, que militaba en las filas de la República, sin perder un minuto se lanzó a encontrarlo y cuando lo ubicó fue por él y le pidió que regresara a filas, acompañándolo con el general en jefe y delante de él le indicó: “Hijo, espero que no volverás a querer matar a tu madre”. Y luego se dirigió al general y le dijo: “Aquí lo tiene Usted, no volverá a desertar, porque yo me moriría”. Su hijo volvió a la lucha con ímpetu y también como su padre y sus hermanos mayores murió valientemente combatiendo para desalojar a los invasores.
De modo que Agustina perdió en total a doce de sus hijos. Estos murieron en Mazatlán, Guadalajara, Colima y Querétaro. En Jalisco murieron tres hijos de la señora Ramírez, quedando el más chico herido, el cual, al aliviarse de sus heridas, la misma madre le dijo: “ándale mijo, los nuestros nos necesitan”, partieron a Mazatlán, donde se integró a la lucha con valor y ahí él también dejó ahí su sangre y la vida.
Se cuenta que les decía a sus hijos: “Dios me dio trece hijos para la defensa de la patria, por lo que les pido que ninguno de ustedes debe rendirse ante el enemigo, primero muertos que prisioneros” y obedeciendo a su madre, cada uno de ellos ofrendó su vida por la patria.
Agustina Ramírez, mujer patriota, mujer valiente, nada la detuvo en aras de hacer triunfar la justa causa de la liberación de México del ocupante extranjero. Y su familia dio generosa su cuota de sangre para abonar el triunfo de la República, en momentos muy duros cuando todo el mundo pensaba que México sería fatalmente derrotado por la poderosa Francia que contaba con el mejor ejército del mundo y nunca había sido vencido.
Tras el triunfo de la República, que asombró al mundo entero, en octubre de 1868, luego que se logró la paz en el Estado de Sinaloa, las autoridades liberales reconocieron el heroísmo de la mujer otorgándole por parte del Congreso Estatal, una pensión de treinta pesos para ayudarla a sostenerse. Del Gobierno federal no recibió nada. Sólo 30 pesos de pensión del Estado de Sinaloa luego de haberse sacrificado con toda su familia y apoyado con sus escasos recursos. Pero el colmo fue que pocos meses después dejaron de pagarle.
En 1870 esta pensión desaparece, al parecer por una omisión en la Ley de Egresos. Para 1873 y con 60 años, dependía de la caridad para vivir. Por ese tiempo el Congreso del Estado de Sinaloa, tras reconocer la omisión de la pensión, le otorga mil pesos. Pero la pensión continuó sin pagársele a pesar de que La legislatura la había vuelto a aprobar.
Pero Agustina no luchó para obtener dinero, fama, poder, reconocimiento, ella luchó por un solo ideal y un solo interés: México. Con eso estaba satisfecha y con el orgullo de haber contribuido con todo lo que pudo y con lo más querido para ella para lograr derrotar a los conservadores y a los invasores.
Su único hijo sobreviviente Eusebio se dedicó a cuidarla, allá en Mazatlán donde vivió hasta 1879. Su hermana Guadalupe Ramírez decía de Agustina: “Era seria, pero buena, algo orgullosa, era orgullocita, y cuando se enojaba era capaz de pelearse como un hombre. Sus hijos, que eran muy valientes, le tenían gran respeto y temor.
Agustina fue atacada por una fiebre y murió el 14 de febrero de 1879. Perdió la vida en su casa ubicada a unas cuadras del Cuartel segundo, ahí dejó de latir ese corazón que tanto amó a su familia y a su México. Ella murió sin recursos y parece mentira, pero al morir fue enterrada en una fosa común del Panteón Civil.
Agustina tiene relevancia en la historia de Sinaloa y México. Tuvo coraje para salvar la patria durante la guerra contra la invasión francesa y el imperio de Maximiliano. Fue llamada “la dama del ropaje negro”, “la más grande heroína Mocoritense" incluso “la heroína más grande de México”.
El 26 de noviembre de 1958 en reconocimiento póstumo es declarada Benemérita del Estado de Sinaloa. Su nombre está inscrito en letras de oro en Culiacán, capital del Estado en el Salón de Sesiones del Congreso del Estado.
En 1961 al celebrarse el LXXXII aniversario de su muerte, el Gobernador de Sinaloa, Leyva Velázquez, inauguró un monumento a la memoria de esta mujer ejemplar en Culiacán. En la cuchilla que forman la calle Bravo y los bulevares Leyva y Madero se encuentra el monumento, obra de Rodolfo Becerra Gómez; es de regulares dimensiones, el cual muestra en la parte alta a una mujer, que sostiene una bandera con la mano izquierda y con la derecha refleja una señal de alto, se observa además una corona en uno de los flancos del muro que la sostiene, en la parte baja del monumento se encuentran las figuras de doce hombres jóvenes, sus hijos.
Este monumento es un ícono de la ciudad de Culiacán y cada año se convierte en punto de encuentro de la clase política, para entregar una medalla que lleva el nombre de doña Agustina Ramírez, para honrar a la mujer sinaloense, cuyos méritos sean de amplio reconocimiento por la comunidad, en efecto, en su honor se estableció el Premio Estatal al Mérito Social “Agustina Ramírez” que se otorga anualmente a las mujeres sinaloenses que destacan por sus aportaciones y servicios a la sociedad y al desarrollo del estado de Sinaloa. En su tierra se le quiere y admira a Agustina, la profesora Manuelita Rodríguez, mocoritense reconocida en el ámbito cultural escribió una poesía de la cual rescato el nombre para titular esta entrega, “La Heroína Sin Par”.
Siguiendo el ejemplo de Agustina, otras mujeres de Sinaloa como María Valentina de Jesús Ramírez Avitia, quien nació en Navolato allá por los años de 1893 lucharon contra la dictadura de Díaz. Valentina Ramírez cobró fama al enlistarse como “soldado” bajo las órdenes del General Ramón Iturbe. “La Valentina”, es además un corrido revolucionario sumamente conocido.
Muchas escuelas de todos los niveles, una escuela en Mazatlán y una calle en Tequila llevan su nombre y se habla de ella con gran respeto y admiración. Tiene su nombre parques, preparatorias, jardines de niños.
Mocorito, cuna de esta mujer también le rinde tributo con un monumento, este es una escultura de cuerpo completo de una mujer, resalta en color verde el rebozo que le es característico y a sus pies, más bien a un costado de su pie derecho se puede ver una planta pequeña de nopal. Esta escultura forma parte la triada escultórica que se encuentra en la “Plaza de Los Tres Grandes” y fue fundida por una empresa del centro de la república.
Agustina, muy conocida en su tierra, no ocupa el lugar que merece a nivel nacional, por lo que debe ser conocida y reconocida en todo nuestro México. Tenemos que rescatar su memoria como el ejemplo que es para todos nosotros, de responsabilidad social, de congruencia y de valentía. Como ella, que es un botón de muestra, también lucharon y se sacrificaron miles y miles de mujeres en todo el país en aquella difícil época en la que se consolidó nuestro México, que luego de la invasión norteamericana y de la perdida de la mitad del territorio había quedado débil y desmoralizado, y que tras décadas de lucha pudo salir adelante. Gracias a la organización y lucha de mujeres y hombres comprometidos.