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El ejército israelí hace frente a la mayor crisis de rechazo en décadas

  • Foto del escritor: Mexteki
    Mexteki
  • hace 2 días
  • 8 Min. de lectura

Vientos del Sur. 16 de abril 2025


Más de cien mil israelíes han dejado de prestar servicio en la reserva. Si bien las razones difieren, la magnitud demuestra la pérdida de legitimidad de la guerra.


Nadie puede dar cifras precisas. Ningún partido político ni ningún dirigente lo exige explícitamente. Pero cualquiera que haya participado en las protestas antigubernamentales o en las redes sociales en hebreo en las últimas semanas sabe que es cierto: cada vez es más legítimo negarse a prestar el servicio militar en Israel y no solo entre la izquierda radical.


En el período previo a la guerra hablar de negarse –o más precisamente, de “dejar de prestar servicio voluntario” en la reserva— se había convertido en un elemento clave de las protestas generalizadas contra la reforma judicial del gobierno israelí. En el punto álgido de esas protestas, en julio de 2023, más de mil pilotos y personal de la Fuerza Aérea declararon que dejarían de prestar servicio a menos que se pusiera fin a la legislación, lo que provocó advertencias de altos mandos militares y del jefe del Shin Bet de que la reforma judicial ponía en peligro la seguridad nacional.


La derecha israelí sigue argumentando hasta el día de hoy que esas amenazas de rechazo no solo animaron a Hamás a atacar a Israel, sino que también debilitaron al ejército. Pero en realidad todas las amenazas se desvanecieron el 7 de octubre, cuando los manifestantes se ofrecieron a alistarse de forma casi unánime y entusiasta.


Durante 18 meses la mayor parte de la población judía de Israel se ha unido en torno a la bandera para apoyar la ofensiva contra Gaza. Pero sobre todo después de que el gobierno decidiera romper el alto el fuego el mes pasado, han comenzado a aparecer grietas.


Los medios de comunicación han informado en las últimas semanas de un descenso importante en la asistencia de soldados al servicio de reserva. Aunque las cifras exactas son un secreto muy bien guardado, el ejército informó al ministro de Defensa, Israel Katz, a mediados de marzo de que la tasa de asistencia se situaba en el 80% en comparación al 120% inmediatamente después del 7 de octubre. Según Kan, la emisora nacional de Israel, esa cifra era falsa: la tasa real se acerca más al 60%. Otros informes hablan de tasas de asistencia del 50% o inferiores, y algunas unidades de reserva están recurriendo a las redes sociales para reclutar soldados.


“El rechazo va por oleadas, y esta es la mayor desde la Primera Guerra contra Líbano en 1982”, señala uno de los dirigentes del movimiento de rechazo Yesh Gvul (“Hay un Límite”), fundado durante aquella guerra.


De la misma firma que es obligatorio para los israelíes el reclutamiento en las fuerzas regulares a los 18 años, lo es servir en la reserva cuando se les convoque hasta los 40 años (aunque esto puede variar según el rango y la unidad). En tiempos de guerra, el ejército depende en buena medida de estas fuerzas.


Al comienzo de la guerra el ejército declaró haber reclutado a unos 295.000 reservistas, además de los aproximadamente cien mil soldados del servicio regular. Si los informes sobre una asistencia del 50-60% en la reserva son correctos, eso significa que más de cien mil personas han dejado de presentarse al servicio de reserva. “Es una cifra enorme”, señala Menuchin. “Implica que el gobierno tendrá problemas para continuar la guerra”.


“El 7 de Octubre generó al principio un sentimiento de 'Juntos venceremos’, pero eso se ha desvanecido”, afirma Tom Mehager, activista que se negó a servir durante la Segunda Intifada y ahora dirige una  web en redes sociales donde publica videos de antiguos refuseniks [tal y como se denomina a los militares israelíes que rechazan acatar las ordenes del ejército de ocupación] explicando su decisión. “Para atacar Gaza bastan tres aviones pero el rechazo sigue marcando límites. Obliga al sistema a comprender los límites de su poder”.


“Día tras día veo declaraciones de rechazo”


La mayoría de quienes desafían las órdenes de alistamiento parecen ser lo que se conoce como “refusioniks grises”, personas que no tienen una objeción ideológica real contra la guerra sino que se han desmoralizado, cansado o que están hartos de que se alargue tanto. Junto a ellos hay una pequeña pero creciente minoría de reservistas que se niegan por motivos éticos.


Según Menuchin, Yesh Gvul ha estado en contacto con más de 150 efectivos que rechazan por motivos ideológicos desde octubre de 2023, mientras que New Profile, otra organización que apoya a los refusioniks, ha gestionado varios cientos de casos similares. Pero aunque los adolescentes que rechazan el reclutamiento obligatorio por motivos ideológicos se exponen a penas de prisión de varios meses, Menuchin solo tiene conocimiento de un reservista haya sido castigado por su reciente negativa, con una pena de dos semanas de libertad condicional.


“Tienen miedo de encarcelar a los que rechazan incorporarse porque si lo hacen podrían acabar con el modelo del 'ejército popular'”, explica. “El gobierno lo entiende y, por lo tanto, no presiona demasiado; le basta con que el ejército despida a algunos reservistas, como si eso fuera a resolver el problema”.


Como resultado, a Menuchin le resulta difícil estimar la verdadera magnitud de este fenómeno. “Durante la Guerra de Líbano calculamos que por cada persona que se negaba a unirse al ejército y que iba a prisión, había entre ocho y diez personas que se negaban por razones ideológicas”, afirma. “Así que si 150 o 160 personas han declarado que no irán al ejército por razones ideológicas, es razonable estimar que hay al menos 1500 personas que se niegan por razones ideológicas. Y eso es solo la punta del iceberg (dado el número mucho mayor de personas que se negaban por razones no ideológicas)”.


Sin embargo, según Yuval Green —quien se negó a seguir sirviendo en Gaza tras desobedecer la orden de incendiar una vivienda palestina y que ahora lidera un movimiento contra la guerra llamado Soldados por los Rehenes, con 220 reservistas firmando su declaración de rechazo—, esta clasificación binaria no lo explica todo.


“Cada vez hay más personas a las que no es que les importen necesariamente los y las palestinas, sino que ya no se sienten en paz con los objetivos de la guerra. A esto lo llamo ‘negación ideológica gris’. No tengo forma de saber cuántos son pero estoy seguro de que son muchos.


“Antes la gente que conocía estaba muy enfadada conmigo [por llamar a negarse]”. Ahora me siento mucho más comprendido. Nos hemos vuelto más relevantes. Los medios nos cubren; nos invitaron a los canales 13 y 11. Día tras día veo declaraciones de negativa”.


Abundan los ejemplos recientes. La semana pasada, Haaretz publicó un artículo de opinión de la madre de un soldado que afirmaba: “Nuestros hijos no lucharán en una guerra mesiánica por elección propia”. Otro artículo de opinión en el mismo periódico, escrito por un soldado anónimo declaraba: “La guerra actual en Gaza tiene como objetivo comprar estabilidad política con sangre. No participaré en ella”.


Otros son menos explícitos, pero el efecto es similar. En una entrevista reciente, la ex jueza del Tribunal Supremo Ayala Procaccia no llegó a respaldar la negativa pero llamó a la “desobediencia civil”. El 10 de abril, casi mil reservistas de la Fuerza Aérea publicaron una carta abierta exigiendo un acuerdo de rehenes que pusiera fin a la guerra. Pronto se les unieron cientos de reservistas de la Armada y del escuadrón de inteligencia de élite Unidad 8200. El primer ministro Netanyahu respondió: “Negarse es negarse, aunque se diga implícitamente y con un lenguaje blanqueado”.


“La legitimidad del régimen está en peligro”.


Yael Berda, socióloga de la Universidad Hebrea y activista de izquierda, explica que la menor disposición a prestar servicio en la reserva se debe principalmente a preocupaciones económicas. Se refirió a una encuesta reciente del Servicio de Empleo de Israel, que reveló que el 48 % de los reservistas reportaron una pérdida significativa de ingresos desde el 7 de octubre, y el 41 % afirmó haber sido despedido u obligado a dejar sus trabajos debido a los largos períodos en la reserva. Menuchin también atribuye un peso significativo a los factores económicos pero ofrece una explicación adicional: “Los israelíes no quieren sentirse imbéciles, y ahora están llegando a un punto en el que perciben que están siendo explotados. Ven que otros obtienen exenciones y apuestan a que, si algo les sucede, nadie los apoyará, ni a ellos ni a sus familias. Hay una sensación de abandono: ven a las familias de los rehenes recurriendo a la financiación colectiva solo para sobrevivir. En definitiva, el Estado no está realmente ahí, y eso cada vez resulta más claro para más israelíes”.


“Hay mucha desesperación”, dice Menuchin. “La gente no sabe adónde nos lleva esto. Se aprecia la avalancha de pasaportes extranjeros, incluso antes del 7 de octubre, y la búsqueda de mejores lugares para emigrar. Hay una creciente preocupación por los propios intereses. Y, sobre todo, no se está repatriando a los rehenes”.


En cuanto al rechazo ideológico, Berda identifica varias categorías. “Un tipo de rechazo proviene de ‘Lo que vi en Gaza’, pero es minoritario. Otro tipo  es la pérdida de fe en el liderazgo, especialmente cuando el gobierno no ha hecho todo lo posible por repatriar a los rehenes. Hay una brecha intolerable entre lo que el gobierno ha dicho que está haciendo y lo que realmente ha hecho. Y esta brecha hace que la gente pierda la confianza”.


Una categoría adicional es el “la repugnancia ante el discurso del sacrificio” promovido por la extrema derecha religiosa que lideran figuras como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich. “Es una especie de reacción contra la narrativa de los colonos que afirma que es bueno sacrificar la vida por algo más grande”, explicó Berda. “La gente reacciona a la idea de que el colectivo es más importante que el individuo diciendo: 'Los objetivos del Estado son importantes, pero yo tengo mi propia vida'”.


Si bien indica que las amenazas de rechazo fueron una parte importante de las protestas antigubernamentales de 2023, Berda sostiene que “ahora, tras el colapso del alto el fuego, se puede decir que todo el movimiento de protesta se opone a la continuación de la guerra argumentando que es la guerra de Netanyahu. Esto es definitivamente nuevo; nunca antes se había producido una ruptura como esta, donde la legitimidad del régimen estuviera en peligro”.


“En 1973, decían que Golda Meir era una incompetente y que cometía errores pero nadie dudaba de su lealtad”, dice Berda. “Durante la Primera Guerra de Líbano hubo dudas sobre la lealtad de Ariel Sharon y Menachem Begin pero fueron marginales. Ahora, especialmente a la luz del caso “Qatargate”, la gente está convencida de que Netanyahu está dispuesto a destruir el Estado para su propio beneficio”. Sin embargo, la ola del rechazo y del no responder al reclutamiento aún no ha doblegado al ejército. “La gente dice: 'Una cosa es el gobierno y otra es el Estado'”, explica Berda. “Estas personas siguen yendo a servir porque se aferran al Estado y a sus instituciones de seguridad; porque si no creen en ellas, no les quedará nada”.


“La opinión pública entiende que en el momento en que se quiebra la confianza en el ejército, la historia se acaba, y eso es aterrador. Temen participar en el derrocamiento del ejército porque eso los convertiría en cómplices. Bibi está obligando a los israelíes a tomar (lo que consideran) una decisión terrible. Hagan lo que hagan, serán cómplices de un delito: ya sea de genocidio o de desmantelamiento del Estado”.


MERON RAPOPOR

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