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El genocidio en las cárceles israelíes

Oassam Muaddi. La Haine.org. 10 de julio 2024


Traducción (del inglés al castellano): Luis E. Sabini Fernández


Las familias de los prisioneros palestinos no saben nada sobre el destino de sus seres queridos en un momento en que las autoridades penitenciarias israelíes están creando condiciones cada vez más adversas para la vida humana.


La edición original se ilustra con foto de hombres palestinos que fueron arrestados durante la invasión terrestre israelí del norte de Gaza recibiendo tratamiento médico después de su liberación en el hospital Al-Najjar en Rafah, el 24 de diciembre de 2023. (Foto: © Abed Rahim Khatib/dpa via ZUMA Press/APA Images)


La guerra genocida de Israel contra los palestinos desde octubre pasado se ha extendido más allá de la muerte masiva, el desplazamiento y el hambre diarios de la población civil en la Franja de Gaza. Tras las rejas de las cárceles israelíes, Israel ha estado librando una guerra contra los prisioneros palestinos, creando condiciones que hacen imposible la continuación de la vida humana. Los efectos de esta brutal campaña han repercutido en las familias de los presos fuera de la cárcel, que ven cómo sus seres queridos son sistemáticamente asesinados mediante inanición, golpeados, torturados y degradados.


Poco después del 7 de octubre, Israel impuso un nuevo conjunto de reglas en sus pabellones de celdas. En algunos centros de detención como Ofer, cerca de Ramallah, se informó que el ejército israelí recibió el control de la prisión, mientras que a los guardias de los Servicios Penitenciarios de Israel se les dio mano libre para tratar con los reclusos palestinos dentro de las secciones de la cárcel. Este cambio estuvo acompañado por un aumento dramático en el número de palestinos arrestados después del 7 de octubre, duplicando la población carcelaria ya a mediados de octubre. Entre ellos se encontraban los prisioneros de Gaza, a quienes estaba reservada la parte más dura del trato.


A mediados de mayo, CNN publicó una exposición basada en los testimonios de denunciantes israelíes sobre el horrible trato dado a los palestinos de Gaza en la base militar israelí de Sde Teiman, que ahora alberga un centro de detención. Los testimonios de estos denunciantes detallan una serie de prácticas medievales a las que fueron sometidos los prisioneros palestinos, como ser atados a las camas con los ojos vendados, obligados a usar pañales, hacer que personal no calificado en prácticas médicas les realizaran procedimientos sin anestesia, que los guardias de la prisión les acosaran con perros, fueran golpeados regularmente o puestos en posiciones forzadas por inconductas tan menores como mirar por debajo de las vendas de los ojos, tener heridas formadas con precintos o cremalleras, que se pudren hasta el punto de requerir una amputación u otra serie de medidas atroces.


El 6 de junio, el New York Times publicó otra historia sobre Sde Teiman basada en entrevistas con ex detenidos y oficiales militares, médicos y soldados israelíes que trabajaron en la prisión, sacando a la luz nuevos horrores sobre el trato a los prisioneros de Gaza. Los testimonios de los detenidos repitieron muchos de estos mismos relatos, pero también incluyeron otros relatos inquietantes, de violencia sexual, incluidos testimonios de violación y de obligar a los detenidos a sentarse sobre caños o trozos de metal que causaron sangrado anal y “dolor insoportable”.


Otras depravaciones han sido documentadas en varias otras prisiones, a menudo con alardes desde los canales de noticias israelíes que transmiten escenas de abusos y pornografía violenta incluyendo tratos degradantes, en lo que sólo pueden describirse como películas snuff (las que suelen terminar con la muerte de la víctima protagonista). 


Los médicos de prisiones israelíes han ayudado en la tortura de detenidos palestinos, tanto antes como después del 7 de octubre. Además de estos actos de tortura y humillación, las autoridades penitenciarias han restringido severamente la ingestión de alimentos de los prisioneros hasta el punto de casi matarlos de hambre, dando a 20 prisioneros comida suficiente para dos personas. 


La imagen que surge es la de que las autoridades israelíes están poniendo a los palestinos en condiciones animales, calculadas para torturarlos, humillarlos y, en algunos casos, llevarlos a la muerte. En marzo, el diario israelí Haaretz informó que unos 27 detenidos palestinos habían muerto mientras estaban detenidos en dos centros de internación, incluido Sde Teiman.


Mientras tanto, las familias de los detenidos palestinos, tanto de Gaza como de Cisjordania, se han visto obligadas a preguntarse durante meses sobre el destino de sus seres queridos mientras continúan saliendo de las cárceles israelíes historias de horror por parte de aquellos que son liberados, alimentando aún más la ansiedad de las familias.


Muerte por paliza

Según grupos defensores de los derechos de los prisioneros palestinos, Israel ha arrestado a no menos de 8.800 palestinos desde octubre en Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Muchos han sido liberados, incluso como parte de un intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás en noviembre. Actualmente, unos 9.300 palestinos continúan recluidos tras las rejas, entre ellos 78 mujeres, 250 niños y más de 3.400 detenidos sin cargos ni juicios, bajo el sistema legal militar de detención administrativa.


Thaer Taha, un palestino de unos 40 años, fue uno de ellos hasta el pasado mes de abril cuando fue puesto en libertad tras dos años de detención administrativa. Taha fue arrestado en mayo de 2022 y recibió una orden de detención de seis meses. El 7 de octubre había pasado casi un año y medio en cárceles israelíes.


“El día que expiró su orden de detención, nos preparamos para recibir a mi padre en casa”, dijo a Mondoweiss Guevara Taha, su hija de 22 años. “Mi madre preparó su comida favorita, mis hermanos y yo nos pusimos las mejores ropas, y amigos y familiares se prepararon para recibirlo en el puesto de control”, recuerda Guevara. “Ese mismo día, el abogado nos llamó y nos dijo que la ocupación había renovado la orden de detención de mi padre por otros seis meses”.


El 7 de octubre, a Thaer Taha le faltaba un mes para finalizar su segundo período de detención. Desde su detención, recibía visitas familiares solo una vez al mes. 


Entonces todo cambió. Israel suspendió todas las visitas familiares de los presos palestinos y comenzó una serie de medidas represivas sin precedentes contra ellos. «Incluso aquellos que habían experimentado las cárceles de ocupación en los años 1970 y 1980 dijeron que no habían visto nada parecido a los últimos ocho meses en las cárceles de la ocupación», dice Thaer Taha, refiriéndose a períodos pasados ​​que hasta ahora habían sido considerados como los peores momentos de la ocupación en la represión israelí de los prisioneros palestinos.


“La vida cotidiana organizada dentro de las celdas, por la que tantos [presos] habían luchado a lo largo de los años, desapareció de repente. Se confiscaron libros y otras pertenencias personales y ya no se nos permitió tener ningún tipo de actividad o representación”, explica Taha. “Los guardias comenzaron a asaltar violentamente nuestras celdas a diario, la calidad de los alimentos disminuyó inmediatamente y nos confiscaron las mantas. Fuimos puestos intencionalmente en inseguridad, hambre y frío. Al mismo tiempo, las celdas se llenaron de gente. Éramos 12 personas en una celda de 9 por 4 metros”. 


El empeoramiento de las condiciones de detención de los presos palestinos ya había comenzado antes del 7 de octubre. En febrero de 2023, el ministro de seguridad de Israel, Itamar Ben-Gvir, comenzó a reducir el acceso al agua de los presos palestinos, empezando por limitar el tiempo de ducha a cuatro minutos por día. La medida causó indignación entre los grupos de derechos humanos en aquel momento. Después del 7 de octubre, se llegó a un nivel completamente nuevo.


“A mediados de diciembre, nuestro suministro de agua dentro de cada celda se redujo a una hora por día. Usamos esta hora para almacenar tanta agua como pudimos y, como solo teníamos una botella en la celda, llenamos latas vacías”, dice Thaer. «Esta situación continuó durante tres meses, hasta principios del mes de Ramadán, a mediados de marzo». 


En noviembre, Hamás e Israel llegaron a un acuerdo de intercambio de prisioneros. Alrededor de 150 mujeres y niños palestinos fueron liberados de cárceles israelíes a cambio de 50 cautivos israelíes. Los palestinos liberados dieron testimonio de brutales palizas y abusos sexuales por parte de guardias penitenciarios israelíes. En abril, los grupos de derechos de los prisioneros palestinos dijeron que 16 palestinos identificados habían muerto en cárceles israelíes como resultado de malos tratos desde el 7 de octubre. Habían muerto más, pero no fueron identificados.


En noviembre, se anunció la muerte del palestino Thaer Abu Asab, de 38 años, en la prisión de Negev, tras ser golpeado por guardias israelíes. Un mes después, Israel admitió que la muerte de Abu Asab se debió a que 19 guardias de prisión lo golpearon al mismo tiempo.


“Yo estaba en la prisión del Néguev cuando mataron a Thaer Abu Asab, pero en un pabellón diferente”, recuerda Thaer Taha. “Era el 18 de noviembre, justo después del recuento matutino, cuando empezamos a escuchar muchos gritos. Luego trasladaron a algunos presos a la sección en la que yo estaba y nos contaron lo que había pasado”. 


“Los guardias eran muy agresivos durante el conteo matutino y todos los días golpeaban a alguien. Esa mañana, Thaer Abu Asab se atrevió a preguntarle a uno de los guardias sobre la noticia, de si la tregua en Gaza había comenzado o no”, continuó Taha. “El guardia le dijo a su comandante, quien le dijo a Abu Asab que le iba a mostrar la tregua en Gaza, y ordenó que lo golpearan. Lo golpearon tan brutalmente que uno de los guardias lo golpeó en la cabeza con el mango de una azada de madera gruesa, e inmediatamente perdió el conocimiento y murió desangrado”.


Según los informes, los guardias sospechosos fueron sometidos a “restricciones estrictas” al disponer la investigación del incidente, pero al mismo tiempo quedaron siempre en libertad. El Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, dijo que los guardias se enfrentaban a «la escoria de la humanidad» y no debían ser difamados antes de una investigación.


Aislado del mundo


Mientras se hacía pública esta noticia, las familias de los prisioneros no tenían contacto con sus seres queridos en las cárceles israelíes y no tenían idea acerca de sus condiciones. Guevara Taha lo describió como “una angustia constante, pensando todo el tiempo en lo que le puede estar pasando a mi padre, en qué condiciones se encuentra, impidiéndonos dormir”.


“Nosotros, las familias de los presos, tenemos grupos de Whatsapp donde intercambiamos información, así que cada vez que un abogado logra saber algo sobre un preso en una cárcel determinada, o si un preso logra acceder a un teléfono y establecer contacto, se informa sobre quienes están allí presos, y esa noticia la compartimos por WhatsApp”, dijo Guevara. “Pasábamos todo el tiempo en WhatsApp esperando alguna noticia, y las noticias nunca eran alentadoras. O bien no tenían acceso al agua, a los alimentos ni a la electricidad, y la angustia continuaba”.


“Mi padre pasó 13 años en la cárcel, ocho de ellos como detenido administrativo, así que crecí conociendo más sus novedades desde la cárcel que tenerlo en casa, al punto que no me acostumbré a llamarlo ‘papá’. Simplemente lo llamé por su nombre”, continuó. “Pero esta vez fue diferente, temía seriamente por su vida, pensando si había comido o incluso si podría dormir por la noche”.


En febrero, un informe de expertos de la ONU concluyó que algunos prisioneros palestinos habían sido objeto de abusos sexuales y que al menos dos prisioneras habían sido violadas en cárceles israelíes. Al día siguiente de conocido el informe, familiares de presos palestinos y grupos de derechos humanos mantuvieron una conferencia de prensa en Ramallah, donde denunciaron que habían suspendido toda coordinación con el Comité Internacional de la Cruz Roja, acusándolo de total inacción.


“La Cruz Roja había dejado de darnos actualizaciones sobre las condiciones de los prisioneros desde el 7 de octubre, y aunque nos dijeron que era porque las autoridades de ocupación les habían prohibido visitar a los prisioneros, no hicieron nada más al respecto, y no lo denunciaron”, exclamó Guevara.


Su padre añade: “A nuestros abogados se les ha prohibido y se les sigue prohibiendo visitar a los presos, se les ha intimidado y se les ha impedido hacer su trabajo, pero hablan, lo denuncian; los presos se sintieron muy ofendidos por aquel  silencio”.


En noviembre, el CICR dijo públicamente que “no ha podido visitar a los detenidos palestinos desde el 7 de octubre”. En enero, el director del CICR para Medio Oriente dijo a los medios de comunicación que Israel y Hamás le prohibían visitar a cautivos en ambos lados. El CICR nunca pidió públicamente que se pusiera fin a la suspensión de visitas y ha sostenido que está “colaborando activamente con las autoridades pertinentes en este asunto crítico, en nuestro habitual diálogo bilateral y confidencial”.


Aunque Israel comenzó a permitir algunas visitas familiares en los últimos meses, a la mayoría de los prisioneros palestinos se les sigue prohibiendo cualquier contacto con sus familias.


“Entre el 7 de octubre y mi liberación a finales de abril, no se me permitió ni una sola visita familiar, y a mi abogado sólo se le permitió visitarme dos veces”, indica Thaer Taha. “Durante mi estadía en prisión, poco después del 7 de octubre, mi hijo, de 17 años, fue herido por una bala israelí en la pierna mientras participaba en una protesta. No me enteré hasta mi liberación en abril. Así de aislados del resto del mundo han estado, están, los prisioneros”.


COMENTARIO. Me permito observar al lector que la nota se refiere a un palestino “común y corriente”; no se trata de un cuadro político (y menos aún militar) que Israel selecciona y procura matar preventivamente. El tratamiento pone en blanco sobre negro que el sionismo tiene como objetivo eliminar a la población palestina, no a Hamás como se proclama tácticamente. ¿Dónde se desmantela y bombardea todo un barrio porque a un vecino se le atribuya un delito, por más duro que sea? LESF


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