Blanca Juárez El Economista Mayo de 2023
Apenas una de cada 10 personas trabajadoras en México está sindicalizada y del total de los contratos colectivos que existían, ya sólo el 20% es válido. Tres laboralistas hacen un balance de las nuevas reglas.
La reforma laboral ya ha empezado a transformar al sindicalismo mexicano, coinciden especialistas. Una nueva ola de organizaciones independientes parece alzarse, como pasó en otros momentos de la historia de nuestro país. Pero el recelo a los sindicatos y el miedo a organizarse siguen siendo lastres.
Esta semana concluyó un proceso de cambio de seis años para poner en marcha nuevas reglas de democracia sindical, negociación colectiva y justicia laboral en el país. Éste inició en 2017 con una reforma constitucional, siguió en 2019 con cambios a la Ley Federal del Trabajo (LFT) presionados por el T-MEC y terminó con un periodo de transición de implementación de cuatro años que se prolongó hasta el 1 de mayo del 2023.
Las nuevas reglas están “impulsando una recomposición del movimiento sindical en México. Qué tan profundo y extenso será, depende de varios elementos, como la actuación de las autoridades”, dice Héctor de la Cueva, coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS).
Para Alix Trimmer, fundadora de la firma Laboral Interseccional (Lain), “estamos en una nueva era del derecho del trabajo y del sindicalismo en México. Es fundamental recordar que la perspectiva de género tiene que ser el eje para modificar la forma de hacer las cosas y cambiarnos el chip”.
Las leyes necesitan tiempo para calar en la sociedad, apunta Enrique Larios, presidente del Colegio de Profesores de Derecho del Trabajo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Aún no podemos saber qué tanto está pasando, pero sí han ocurrido cosas importantes en estos cuatro años”.
En México, 12.7% de las personas con un trabajo subordinado están sindicalizadas. Eso quiere decir que un poco más del 87% no cuenta con la estabilidad y seguridad laboral que le otorga un contrato colectivo de trabajo (CCT), ni la protección de un sindicato.
La realidad del “sindicalismo de papel”
Sin tener en poco a la reforma laboral, Héctor de la Cueva dice que ésta “no ha ido ni a la velocidad ni a la profundidad que se esperaba. Está llena de contradicciones, lagunas y está permitiendo que las viejas estructuras sindicales, el viejo corporativismo, las viejas mafias, se reciclen”.
La prueba está, sostiene, en que “una gran parte de las legitimaciones de CCT han sido simuladas. Se ha permitido abiertamente a las viejas centrales corporativas, como la Confederación de Trabajadores de México (CTM) o las nuevas, como la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), realizar consultas simultáneas e incumplir la ley”.
A raíz de la reforma, todos los sindicatos tuvieron que poner a votación de sus bases el CCT. Esto fue ideado para que las personas trabajadoras conozcan el contenido de su contrato y manifiesten, mediante la legitimación, su aval a las condiciones que el documento señala.
El 1 de mayo terminó el plazo para legitimarlos, menos del 20% de los CCT fueron puestos a consulta y aprobados. Alix Trimmer ve “un panorama alentador, aunque no es el que la gente esperaba”. Los contratos colectivos que quedaron muestran que dicha medida “no se hizo para validar al sindicalismo preexistente, al contrario. Lo que había en México era un sindicalismo de papel”.
Perderle el miedo a los sindicatos
El movimiento obrero en el país tiene una larga historia. Desde el siglo XIX hubo organizaciones contra las inhumanas condiciones de trabajo.
A inicios del siglo XX, la lucha de trabajadores dio pie a la Revolución Mexicana, de la cual surgió la Constitución de 1917 y el artículo 123, donde se estableció el derecho a huelga y se reconocieron garantías laborales que más tarde le servirían de base a la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En la década de los 30, luego en los 50 y, por último, en los 70 se generaron otros levantamientos. “Quisiéramos creer que estamos a las puertas de una nueva insurgencia sindical, como la de los años 70, cuando nacieron gran parte de los sindicatos independientes actuales”, dice Héctor de la Cueva.
No obstante, aunque hay claros ejemplos de la nueva ola, como el Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA) en General Motors, falta algo: perder el miedo.
“Las personas trabajadoras le tienen muchísimo miedo al concepto de sindicalismo”, dice la fundadora de Lain”. Sindicatos de choque, blancos, violentos o corruptos es lo que quedó en la mente de la clase trabajadora, agrega.
“Los sindicatos charros, corporativos, dejaron una imagen que todavía no se diluye. Fueron organizaciones gansteriles”, expresa el doctor en Derecho Enrique Larios. “Y los gobiernos (priistas) fomentaron su poder por muchos años, no será fácil terminar con ello”.
Y si “no estamos viendo una insurgencia sindical” como la de otras épocas, es porque esta vez “los trabajadores no están protagonizando un movimiento amplio”, apunta Héctor de la Cueva.
“Falta que los trabajadores se sacudan el miedo que se construyó durante tantos años de neoliberalismo. Los trabajadores están atados al miedo del despido, eso ha funcionado perfectamente como chantaje. Se dice frecuentemente que más vale tener una chambita mal pagada que estar en la calle. El fantasma del desempleo siempre rondando”, agrega.
El rol de las autoridades del sector
En eliminar la idea del viejo sindicalismo y superar el miedo a las represalias “podríamos tener un mayor esfuerzo de las autoridades laborales. Quizá presentando la cara que tiene hoy el sindicalismo en México, informando más”, opina Alix Trimmer.
Pero es que el viejo sindicalismo subsiste, predomina “y controla a la mayoría de los trabajadores”, dice Héctor de la Cueva. “Las autoridades laborales no han tenido la presencia que se necesita. Cuando se programan consultas de legitimación o de verificación de contratos, las autoridades no están presentes y las viejas organizaciones contratan a sus notarios para hacer de las suyas”.
Además, “los nuevos jueces de lo laboral, en lugar de facilitar las cosas las están obstaculizando. Hay muchos movimientos de trabajadores que quieren liberarse del sindicalismo de protección y avanzan, pero se detienen en el tribunal”. Y lo con el caso de una empresa alemana en Guanajuato, donde el SINTTIA demandó la titularidad del CCT, pero tras cinco meses el tribunal no ha resuelto el tema.
“Cuando los trabajadores por fin pierden el miedo y se atreven a organizarse, se encuentran todavía con una gran cantidad de obstáculos para ejercer libremente su voluntad. Eso también está frenando la creación de sindicatos independientes”, agrega el laboralista.
Las autoridades del trabajo “están presentes, pero cautelosas”, considera Alix Trimmer. “México tiene una historia sindical muy, muy complicada, inclusive violenta. Eso lo reflejan las autoridades al ofrecer acompañamiento y hacer esta campaña mediática que busca la actividad sindical”.
El vínculo estrecho que había entre gobierno y sindicatos, donde no se veía dónde comenzaba un lado y terminaba el otro, también ha mantenido a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) al margen de muchas situaciones para evitar esa imagen.
La reforma también nos ha traído “una autoridad nueva con una operación muy reciente. Seguramente habrá cosas que hay que ir cambiando a lo largo de la vida de las nuevas instituciones. Pero tienen buenos propósitos; tienen la consigna de que la negociación colectiva y la vida sindical en México sea plena, real y creo que están haciendo lo que se necesita para lograrlo”, expresa.
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