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LA MOVILIZACIÓN SOCIAL CONTRA LOS MEGAPROYECTOS

Ana Arenas



Así como Zapata vivió la dictadura porfirista al servicio del capital extranjero y los terratenientes nacionales y extranjeros, nosotros vivimos bajo la dictadura del PRIAN al servicio de los extranjeros. La gran contradicción de nuestra época se da entre el pueblo mexicano y las corporaciones nacionales y extranjeras. El ejemplo de Emiliano Zapata no muere y en todas las luchas del país se oye el grito: ¡Zapata vive….la lucha sigue!


México bulle en cientos de luchas, que nunca visibilizan los medios de comunicación ni las redes sociales pero que son una enorme fuerza de defensa de la soberanía y la autodeterminación de la nación y de sus pueblos. La proliferación de megaproyectos mineros, de hidrocarburos, gas, "fracking", termoeléctricas, energía eólica, turísticos y otros han causado grandes daños y se han impuesto a las poblaciones sin consultarlas .Las principales problemáticas políticas, sociales, ambientales se deben por lo general a éstos megaproyectos corporativos a los que por demás se ha dado preferencia en éste período neoliberal, que además cuentan con la ventaja del cambio de la legislación constitucional para beneficiar al gran capital. Esto causa grandes afectaciones y desequilibrios locales y regionales.


Las corporaciones se sienten dueños del país pero no lo son. Existe un pueblo con memoria histórica y tradiciones de lucha y con un proyecto propio que se opone al gran capital. Los megaproyectos de las corporaciones avasallan a las comunidades con sus grandes proyectos que además imponen un proyecto nacional a beneficio de unos pocos a costa de la mayoría.

Los proyectos extractivos como la minería o de infraestructura como presas, carreteras o incluso agricultura transgénica. También los megaproyectos inmobiliarios, turísticos y hoteleros afectan de modo irreversible a los sectores populares de las zonas afectadas además de que despojan a las comunidades originarias.

Las grandes inversiones en México se dedican casi en su totalidad a estos proyectos y casi no existen proyectos de desarrollo productivo popular en localidades, municipios y regiones a los que se canalice el agua suficiente..

Como en época de Zapata, el problema del agua es crucial.


Los megaproyectos en marcha desde hace décadas tienen que ver con la gestión del agua es por eso que en la actualidad existen más de 200 conflictos por el agua en todos los puntos de la geografía de México ya que nuestro país se encuentra dentro de los países con mayor disparidad y divergencia en volumen de agua disponible per cápita en el mundo, y algunas de las zonas se consideran como de alto estrés hídrico.

Las luchas populares se han desencadenado desde la época de Salinas de Gortari y en particular en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto que han desatado los conflictos sin fin, en los últimos 12 años contabilizando más de 500 conflictos ambientales y frente a la lucha y resistencia, se aplica el terror y la muerte, parecidas a las que ejercían las guardias blancas en tiempos del Porfirismo y de Zapata. Más de 90 ecologistas fueron asesinados en los últimos 15 años.

Tan solo este mismo año de 2019, 14 activistas han sido asesinados entre ellos Samir Flores Soberanes. La gran mayoría indígenas en Chiapas Veracruz, Oaxaca, Morelos, Guerrero, Puebla y Tabasco, por oponerse a proyectos de minería, infraestructura, territoriales e hidroeléctricos y por la defensa del agua.

La resistencia de los pueblos contra las presas ha sido férrea, a pesar de los asesinatos, como por ejemplo La Parota en Guerrero, El Zapotillo en Jalisco, donde las poblaciones de Temacapulín, Acasico y Palmarejo se niegan a desaparecer bajo el agua.

Una lucha muy sonada en Morelos, tierra de Zapata que se desarrolla desde hace 10 años, es la de Huexca que comenzó desde 2009 con el gobierno de Calderón y el de Peña Nieto y se libra contra el Proyecto Integral Morelos, impulsado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para construir dos centrales termoeléctricas en la comunidad de Huexca, Morelos, un gasoducto de 170 kilómetros que recorre los estados de Tlaxcala, Puebla y Morelos, y un acueducto; entre las concesionarias de las obras de construcción y operación figuran las empresas Abengoa, Elecnor y Enagás.

La oposición a éste megaproyecto es grande pues afecta las aguas del río Cuautla, provoca emisiones contaminantes, se ubica en la zona de riesgo del Popocatépetl, afecta el patrimonio arqueológico y se impuso con una consulta tan amplia e irregular que no tomó en cuenta la decisión de los pueblos afectados localmente mismos que han presentado amparos.


El Tren Maya y el Corredor Comercial y Ferroviario del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca y Veracruz son otros megaproyectos que se han cuestionado pues se asemejan a otros megaproyectos, “como los promovidos dentro del Plan Puebla Panamá”, que ofrecían también un supuesto “progreso” y “desarrollo” para México. Las organizaciones han advertido, asimismo, de posibles afecciones del Tren Maya a la Reserva de la Biosfera Calakmul Campeche. Los pueblos no están en contra del desarrollo en sus regiones, pero sí deben decidir sobre los proyectos, su conveniencia y ser directamente beneficiados por ellos. El peligro es que sean las corporaciones las que se apoderen del territorio para sus negocios y que el medio ambiente, los recursos de la región sean devastados y que el lugar de contar con un modelo de desarrollo propio el interés de los pueblos sea desplazado por el proyecto de muerte de grandes empresas trasnacionales que vienen a saqupear nuestros recursos, a afectar a los pueblos y comunidades y a tomar control del espacio.

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