John Saxe Fernández La Jornada 27 de julio de 2023
Italia sufre la ola de calor Cerberus, bautizada así por la Sociedad Meteorológica Italiana en honor al monstruo de tres cabezas que aparece en el Infierno de Dante, pero los meteorólogos italianos esperan temperaturas mayores a las que ya denominan Caronte en honor al barquero que lleva almas al inframundo en la mitología griega (R. Greenall, BBC News, 14/7/23). Así el cuadro que ya se está presentando en el mundo.
Al comparar registros históricos de olas de calor extremo, los climatólogos han señalado que los parámetros establecidos “han colapsado” dando lugar al “fenómeno de las olas de calor estadísticamente imposibles” que pueden suceder en cualquier parte de la Tierra. (Nicholas Leach, BBC Mundo, 8/5/2023).
Amy Goodman y Denis Moynihan han hecho referencia a estos cambios climáticos que han causado muertos, heridos y desplazamientos de población en China, India, Europa y Estados Unidos, añadiendo un dato muy importante que hace perceptible lo intenso de este colapso climático: “no solo se están batiendo récords de altas temperaturas, sino que también están superando la marca de días consecutivos de calor potencialmente mortal. La ciudad estadunidense de Phoenix, en Arizona, registró 20 días ininterrumpidos con temperaturas máximas superiores a 43 grados Celsius”(Democracy Now, 21/7/23). Ya es de urgencia evitar la inhabitabilidad de áreas geográficas que nos lleve a las puertas del omnicidio, la matanza de todo.
Según el Oxfam, durante los últimos 10 años más personas en todo el mundo se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido a fenómenos meteorológicos extremos que por cualquier otro motivo. A pesar de ello, los gobiernos han retrasado sistemáticamente toda iniciativa y medida para regular los gases de efecto invernadero (GEI), principal fuente del calientamiento global.
Dicen Goodman y Moynihan que en las negociaciones anuales de Naciones Unidas sobre cambio climático, conocidas como COP, se ha reconocido desde hace tiempo que los países ricos tienen una mayor responsabilidad en la crisis climática (y una inmensa deuda climática) con los países en vías de desarrollo. “Este enfoque reconoce que países como EU y del entorno europeo se enriquecieron mediante la quema sin control de combustibles fósiles durante más de un siglo, pero nadie está dispuesto a compensar por pérdidas y daños a los países afectados, salvo por medio de mecanismos voluntarios.
“En una reciente audiencia que celebró el subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de EU, el republicano Brian Mast, presidente del subcomité, interrogó sobre este tema al enviado especial de la Casa Blanca para Asuntos Climáticos, John Kerry: “¿Planea comprometer a EU a pagar compensaciones económicas por el cambio climático? Es decir, ¿tenemos que pagar a otro país porque haya sufrido una inundación, un huracán, un tifón o un incendio forestal?”
La respuesta del demócrata Kerry fue un rotundo :“No, bajo ninguna circunstancia”, a lo que el republicano Mast contestó. “Me alegra oírle decir eso”.
EU no está dispuesto a asumir ninguna responsabilidad por su papel como el mayor emisor histórico de GEI. Ahí está la tasa de ganancia del capitalismo fósil, que al parecer vale más que la vida misma. El encuentro ministerial de Energía del G-20 del pasado 21 de julio se saldó sin acuerdo sobre el no uso de combustibles fósiles. Hay un rechazo letal a toda regulación de los GEI que calientan el planeta, acompañado de operaciones de relaciones públicas, diplomáticas y militares que opacan la percepción de este fenómeno, como la que intenta lanzar el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, con esta insólita propuesta de que la OTAN se ocupe también de liderar lo que se refiere al cambio climático (sic) desde el punto de vista de la seguridad, cuando el Pentágono, eje de esa alianza, es el mayor consumidor de combustibles fósiles en el mundo,
La iniciativa “climática” es parte del comunicado de la Cumbre de la OTAN en Vilnius el 11 de julio, que puede verse como una declaración de guerra a Rusia. Así lo denuncia el profesor Anthony J. Hall de la Universidad de Lethbridge, en Alberta: “Seamos realistas: la guerra no es ecológica. Las fuerzas armadas del mundo son, con mucho, los agentes más voraces de destrucción ambiental masiva. El despiadado negocio de la guerra nunca se volverá verde”. (A. Hall, “Trudeau, NATO and Climate Change”. Global research.org, 23/7/23).
Urge terminar la guerra y regular los GEI, dos retos existenciales de los que no se salvan ni los ricos, pues a decir del programa COPERNICUS.UE “ya estamos experimentando las devastadoras consecuencias del calentamiento de nuestro planeta: 2022 fue un año de extremos climáticos con temperaturas máximas”; para Gavin Schmidt, experto climático y director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, “este julio probablemente se convertirá en el mes año más caluroso jamás registrado en la Tierra”, (C. Quicle AFP/Sputnik, 22/7/23).
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