Adrián Juárez
Los enemigos internos y externos de la cuarta transformación son muy poderosos, por eso hace falta desarrollar una fuerza aún más poderosa. Y recordemos que como dice la sentencia: La unión hace la fuerza.
Para iniciar la transformación logramos la unión de treinta millones de mexicanos hartos, y dispuestos a acabar con el viejo régimen . Pero la lucha apenas comienza y nos esperan muchos retos y obstáculos para llegar a la meta: Un México soberano. Pero no basta con el hartazgo y la división, para triunfar necesitamos la fuerza de la unión de millones de mexicanos, no de forma dispersa sino organizada. Y muy bien organizada.
Las organizaciones del pueblo, tanto políticas como sociales deben tener como regla de oro mantener la unidad. La dirección responsable de las organizaciones tiene en primer lugar que salvaguardar ésta cohesión.
Ventilar en medios de comunicación, los chismes, hacer públicas diferencias internas, solo da armas a la derecha, divide al movimiento que lucha por la transformación y desmoraliza a la población. Esa práctica debe ser erradicada, los problemas internos se resuelven internamente.
No hay que olvidar que los agentes internos y externos de las fuerzas de la reacción aprovechan cada fisura, cada contradicción y la agudizan para debilitarnos. ¡No hay que darle armas al enemigo!
Las luchas de tribus y grupos debilitan la organización y la desvían de la lucha por la transformación volviéndola una lucha por el poder. El enemigo principal es el Imperio y la oligarquía neoliberal, por lo que los ataques deben dirigirse al blanco principal, no a luchas internas que desgastan y dividen fuerzas, que “queman pólvora en infiernillo”. Tenemos que hacer a un lado el ego y las ambiciones mezquinas y dar toda nuestra energía por nuestro pueblo, nuestro México y la humanidad toda.
Para el triunfo popular y democrático hace falta organización y correcta dirección. Las luchas y discusión internas deben permanecer en el interior. No darle armas al enemigo con ataques públicos a compañeros. La dirección debe garantizar la unidad, por encima de luchas de poder. La dirección responsable es unida y congruente.
El pueblo de México va a construir la unidad que nos lleve a conquistar la Independencia plena, la Soberanía Popular y Nacional, la democracia, la justicia y la paz. La tan deseada liberación nacional y social. Hasta lograr el fin de la opresión y la explotación entre las personas. Será un proceso difícil, pero no hay fuerza en el mundo que logre derrotar a un pueblo unido y organizado.
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